viernes, 10 de julio de 2015

PERSONAJES TÍPICOS DE SALAMINA


                                                           



                                                     













                                                                   EL CURA.
Inofensivo, pequeño y desgarbado, de rostro contrahecho, gustaba usar trajes estrambóticos, a cuadros, sacos de anchas solapas y subidos colores, en ocasiones acompañados de dilatadas corbatas tornasoles de inmensos nudos; su oficio tenía que ver con el transporte de grandes portacomidas, hasta las casas de las familias que solían evitar la fabricación del condumio diario, también era solícito para cumplir con los mandados que se le encomendaran. Terminada su labor diaria, Marquito, tomaba asiento como un auténtico pachá, en alguna cantina, dispuesto a beber cerveza plácidamente, hasta agotar  los pocos pesos ganados durante la jornada y, cuando el licor hacía su efecto en esa humanidad desmirriada, entonces aparecía el orador dislocado, excéntrico, hilarante, iniciando su perorata con un axiomático “¡Viva el gran Partido Liberal!, continuando con una disparatada retahíla que incluía algunos hechos de actualidad, confundidos con un sancocho de palabras rebuscadas  que ese Cicerón iletrado, no tenía ni la más remota idea de su significado, terminando su discurso con un grito vehemente, que resumía su propensión:  ¡Política y más Política! 
Una de las anécdotas que Marquito contaba con inocencia, era la siguiente: en alguna ocasión, él había sido violado por un personaje muy reconocido en Salamina por su inclinación homosexual, por lo que  días después del atropello, nuestro personaje comenzó a sentir cierta indisposición, debiendo recurrir  a uno de los más prestigiosos médicos de la ciudad en busca de apoyo; el médico que entendió de inmediato la preocupación de Marquito, aprovechándose de su ingenuidad, le dijo en tono muy serio: lo que sucede curita, es que usted está embarazado!
El Cura, sobresaltado con la noticia, y luego de preguntarle al galeno, sobre la posibilidad de abortar, le insistía: “por lo que más quiera doctor, practíqueme un aborto, que yo familia no le voy a tener a ese sinvergüenza, se lo ruego, practíqueme un aborto!”.
El gacetas médico, ante tanta insistencia, le recetó maliciosamente una droga: “especial para esos casos”, garantizándole que con una toma sería suficiente, el curita recibió la pócima, se dirigió a su humilde aposento, ingirió la tableta y al poco rato, una incontenible diarrea que le duró varias horas, le hizo creer al desequilibrado personaje, que en efecto había quedado interrumpido el embarazo, dándole gracias a la Divina Providencia y al médico que lo había atendido, habiéndose confesado de inmediato y cumplido la penitencia, por haber interrumpido una vida . En realidad, la formula dada por el médico, consistió en un poderoso laxante.
El curita desapareció sin dejar rastro, e inexplicablemente durante la época de la más cruda violencia, hacia el año 2.002. Nunca se volvió a saber de él. 





                                                                           EL LOCO JAIME.
De prestante familia salamineña, Jaime fue un personaje singular. De vasta ilustración y  agradable parla, tanto en sus momentos de lucidez, como en aquellos cuando su cerebro se obnubilaba; tenía una particular habilidad para el dibujo e hizo algunas  traducciones afortunadas del francés. Dueño de una cojera congénita, pues tenía una pierna más larga que la otra, vistió decentemente,  se paseó por el mundo como un Quijote en permanente busca de su Dulcinea, campeón del piropo y la galantería, pasaba tardes enteras frente a la piscina del Hotel Sanguitama, observando a las bañistas, o en las cafeterías frecuentadas por las féminas, soñando con amores imposibles, con dulces quimeras y aplazados romances. Pernoctó por largo tiempo en las principales clínicas siquiátricas del país.
Ingenioso y veloz de pensamiento,  cantera de anécdotas y de cuentos imaginarios, contaba con humorismo lo siguiente: en una ocasión en que empezaba a perder el juicio, escucho sin proponérselo cuando una de sus hermanas, le encargaba a Duvan uno de sus primos la misión de  internar a Jaime, en un manicomio de Bogotá, del que hacía pocos meses había salido casi completamente recuperado; “antes que se enloquezca del todo”, para lo cual, simularían un viaje de descansó hasta la capital.
Al día siguiente, dispuestas las maletas, después de comunicarle la decisión tomada y de entregarle una buena suma de dinero: “para que gaste”, iniciaron el recorrido, primero hasta Manizales y de allí hasta la capital de la República, por vía aérea, tiempo que empleó Jaime durante el viaje, para ingeniar la manera de escapar.
Una vez en Bogotá y luego de consumir un abundante y sabroso desayuno, se dirigieron a la clínica siquiátrica, donde tomaron asiento en una de las salas de espera mientras eran atendidos. En ese momento: “Idea”, Jaime que era muy conocido en el lugar, le pide permiso a su primo con el fin de saludar a uno de los médicos que amablemente lo había atendido en la ocasión anterior, internándose por uno de los pasillos de la clínica hasta la oficina del director, que al verlo lo saluda muy efusivamente, preguntándole el motivo de su visita, a lo que le responde nuestro personaje: “Vea doctor, no faltan las tragedias y los inconvenientes; como le perece, que hace poco fui yo el de los desequilibrios mentales, y cuando regreso a Salamina, encuentro que mi primo Duvan, tenía el mismo padecimiento. Como afortunadamente yo tengo experiencia en éstos viajes, en la casa me encargaron que lo trajera a él, para que ustedes vean que le pueden hacer. Pobrecito, me lo traje con el cuento de un paseo a Monserrate, trátenlo con delicadeza que está muy trastornado”.
De inmediato, le fue impuesta una camisa de fuerza a su primo Duvan, sin que las suplicas ni las  explicaciones del paisano fueran suficientes para que lo liberarán. Le fue aplicado un fuerte tranquilizante, para contener su furia, mientras Jaime salía muy orondo de la clínica, para deambular alegremente por la capital durante dos días gastando sus viáticos y regresar a Salamina donde confesó su ingeniosa historia, debiendo de inmediato emprender viaje las hermanas de Jaime, para lograr que al pobre Duvan, le permitieran salir del Manicomio.
Jaime murió de un ataque al corazón. Paz en la tumba de éste destornillado genial.



                                                         SILVIA.
¡Pacora…Pacora!, le gritaban los muchachos y entonces Silvia perdía el control, enfrentándose a ellos con guijarros, palos o a mano limpia, escupiendo maldiciones e improperios. Trajeada con largas faldas de llamativos colores, como los trajes de las chapoleras, mantilla sobre los hombros, cabello adornado con una gigantesca flor, o cubierto con una llamativa pañoleta; exageradamente maquillada, sobresaliendo en su rostro el rojo púrpura de sus labios, sus muñecas soportaban una pesada carga de brazaletes, pulseras y otros aditamentos y, sus dedos estrambóticamente enjoyados, terminaban en unas uñas esmaltadas en tonos repelentes, gustaba de usar zapatos de tacón alto, gastados, casi siempre inclinados hacia afuera.
Delgada y pequeña, se movía ágilmente, tratando de imitar poses señoriales y maneras muy finas, que exageraba cuando recibía complacida los piropos que gentilmente le disparaban algunos socarrones, a los que respondía con una sonrisa ingenua y agradecida. Se ganó la vida arreglando pisos denodadamente, dineros que invertía en su manutención y para alagar a su príncipe azul; algún jovenzuelo generalmente de buena familia y garboso porte, del que nuestra delirante amazona se enamoraba perdidamente y regalaba cosillas triviales en forma constante,  aun en contra de la voluntad del encartado.
Silvia, sobresalía en los desfiles y procesiones a las que asistía con rigurosa puntualidad, dando muestras de inmensa devoción,  trabajó hasta el último día de su vida, que estuvo siempre cargada de ensoñaciones, enamoramientos, pobreza, excentricidad y disparatadas ocurrencias.  Ella fue la sobreviviente de un amable ejército de dementes iluminadas que hizo feliz la historia de Salamina por muchos años, entre ellas: Polonia, Chepa, Sara, Domitila, La Guayabona, María Talegos, la Vecina, La Mona Misteriosa, las mellizas. 

JABALI.
Tenía una fuerza descomunal. De baja estatura, tuso como un cepillo, fornido y fuerte como un roble; de piel apergaminada y pies descalzos, se desempeñó durante toda su vida como cotero y se hizo famoso, por el increíble conocimiento que tenía sobre los relojes de  cuerda, automáticos y semiautomáticos, cuando a éstos se les fijaba el precio según la marca y el número de rubíes en que estaban montados. Compraba, vendía, cambalachaba y siempre salía ganancioso. Lo conocimos trabajando  en la bodega localizada en la carrera sexta entre calles 5ª. Y 6ª. de don Zenón Valencia, uno de los más importantes negocios de Salamina cuando la economía local era boyante.
Diariamente, se cargaban  y descargaban camiones repletos de papa sanfeleña llegados desde la tierra fría, al tiempo que eran despachadas las abundosas remesas que hacía llegar por encargo don Zenón, a los múltiples cultivadores del tubérculo en los páramos salamineños.
Son muchas las risibles anécdotas que nos legó el personaje de marras, que cumplió su ciclo vital en un escenario en el que competían memorables personajes de la picaresca local, pero haremos mención solamente de la siguiente: don Maras Duque, fue un próspero comerciante, que tenía su negocio en el pabellón de grano de la galería de Salamina, de buen humor y gacetas sin par, conociendo las cualidades gastronómicas de Jabalí, lo invito un día para que consumiera miel de purga, de un galón de cinco litros que le acababa de llegar, naturalmente acompañada de queso, que según Jabalí “era el mejor Casao”.
Nuestro personaje, ni  cortó ni perezoso, acometió de inmediato la descomunal tarea, haciendo desaparecer literalmente el dulce elemento del profundo galón que lo contenía, ante la mirada incrédula de un gran número de curiosos que atraídos por el voraz apetito de éste sorprendente Heliogábalo, asistían maliciosos y sonrientes al espectáculo. Sorbo a sorbo, sin inmutarse, se atragantaba de miel, hasta prácticamente dejar unas gotas en el recipiente, a lo cual don Maras, le increpó diciéndole:   “Jabalí, todavía quedan unas cuantas cucharadas, si le provoca, le traigo otro queso para que termine”, respondiéndole en el acto, nuestro taimado personaje: “muchas gracias don Maras, pero la verdad es que yo soy poco miele rito” y se marchó desparpajadamente, ante el asombro de todos.

                                     GABRIEL TORO.
Quien llega de visita a Salamina y tropieza con él en una calle cualquiera como ineludiblemente sucederá,  la primera impresión del visitante es la de haber encontrado uno de los personajes más importantes del pueblo. Menudo, delgado y vivaracho, un Quijote en miniatura, rostro de sátiro nacionalizado, decentemente vestido y de estudiadas maneras, conoce a todas las personas de Salamina y sabe acometer cualquier conversación que se le proponga.
Sin oficio ninguno, ha sorteado por larguísimos años la soledad y la penuria echando mano de ingeniosas maneras para que su contertulio de turno, haga rodar algunas monedas hasta sus enflaquecidas manos, que jamás ha desdorado  con trampas o abusos. Ayudante en funerarias, adquirió la costumbre de informar al oído a sus paisanos cotidianamente, sobre la grave enfermedad o muerte de las personas conocidas; eficiente mandadero, desde muy temprano, se dispone a hacer largas colas en los bancos, con el fin de ofrecer sus oportunos servicios a personas urgidas de ser atendidas en esos establecimientos; oportuno recadero, circula rápidamente por carreras y extramuros, para cumplir con algún encargo; pero su especialidad radica en la natural intuición para abordar a los forasteros que finalmente puedan quedar deslumbrados por sus inverosímiles historias o eludirlo por su intensidad, así se muestren caritativos.
Gerente de la Telefónica, Concejal, Administrador de Clubes y Bares, dueño de inmensas propiedades; Hace muchos años, Gabriel, conoció durante una de sus hospitalizaciones, una agraciada señorita, que había sido remitida a ese centro hospitalario, desde el municipio de Marulanda, para que le fuera practicada una pequeña cirugía, nuestro personaje sin perder un solo instante, abordó a la recién llegada paciente, con el argumento de que él era Juez.
Durante los días que duró la hospitalización,  las míticas y fabulosas conversaciones se sucedieron y cuando fue dada de alta la muchachona, Gabriel le prometió ir a visitarla, cosa que efectivamente ocurrió poco tiempo después, habiendo sido presentado en su casa como Juez de Salamina. A las visitas  sobrevinieron las llamadas y a éstas algunas cartas, redactadas por gacetas a los que recurría el enamorado. Hasta que un día, le propuso matrimonio a la ingenua  guapa, determinación ésta consultó con sus padres, que vieron en el novio un buen partido para la dama.
Una vez fijada la fecha para la boda, se iniciaron los preparativos que corrieron a cargo de los suegros de nuestro protagonista,  personas de buena  solvencia económica, dueños de valiosas propiedades dedicadas a la ganadería y al pastoreo de ovejas, mientras en Salamina, el comprometido convencía a su alcahuete primo Raül, ese si gerente de la Empresa de Teléfonos, para que hiciera alguna contribución para el matrimonio. A regañadientes, por lo disparatado del asunto, Gabriel logró aprontar para la boda oscuro vestido de paño Everfit, impecable camisa blanca, corbata rojo fosforescente y lustrosos zapatos tres coronas  y, con el auxilio de algunos mamagallistas, emprendió el viaje hacia Marulanda, con algunos denarios en el bolsillo, donde fue recibido con toda consideración y respeto, tanto por la parentela de la novia como por una inmensa multitud de allegados y amigos, que veían con admiración como  la hija de don Abelardo, contraía nupcias con un personaje tan importante.
El regalo de bodas por parte de los progenitores de la novia, consistió en un viaje todo pago a Pereira, del que regresaron tres días después, para  continuar viviendo en la casa de los suegros, que se esmeraban por atender de la mejor manera al señor Juez. Los días pasaban y Gabriel no daba señas de reintegrarse su trabajo en Salamina, por lo cual, don Abelardo muy diplomáticamente, le insinuaba a nuestro personaje sobre la necesidad de que continuara su carrera en el poder judicial, a lo cual respondía el recién casado con insólitas y creativas disculpas,  hasta que pasado algo más de un mes,  don Abelardo comenzó a sospechar que algo no encajaba en esa historia, sucediéndose el siguiente dialogo:
Doctor Toro, dígame hasta cuando son sus vacaciones?
Don Abelardo, lo que pasa en que no ha habido que hacer, le contestó el muy taimado.
Pero doctor, los jueces deben asistir a la oficina a cumplir con los horarios y entiendo yo, que si eso no sucede pueden perder el puesto.
A lo que objetó muy orondo y de inmediato el personaje de marras: Vea don Abelardo, lo que pasa es que yo si soy Juez, pero de gallos. Quedando al descubierto, el bien tramado enredo.
Ante lo cual y sin mediar palabra, el acuerpado don Abelardo sin miramiento alguno y echo una fiera, retiró al personaje de la casa a fuerza de planazos, que por supuesto, marcaron dolorosamente sus costillas. De ese insólito matrimonio, quedó un hijo.
Muchas son las anécdotas que podemos contar de nuestro personaje, algunas parecen reñir con la realidad.
Durante su juventud, Gabriel se sumó al equipo de trabajo, que acompañaba al directorio de ANAPO, dirigido en aquellos años  por don Clímaco Giraldo Cárdenas y Alberto Gutiérrez Echeverri, ayudando en algunas labores, tales como la instalación de afiches y pasacalles, entregar volantes y cargar los pesados equipos de amplificación de época, razones por las cuales, integraba las comisiones encargadas de visitar las veredas del municipio. La persona encargada de las movilizaciones semanales, era un conocido conductor a quien apodaban “Chafaro”, propietario de un campero Willys, que conservaba en excelentes condiciones mecánicas.
En uno de los desplazamientos al corregimiento de San Félix,  y como es habitual en los políticos, la hora de salida se retardó notoriamente, por lo cual durante el viaje, después de recorrer más de la mitad del trayecto, Alberto comenzó a insistirle a “Chafaro”, para que acelerara un poco a fin de no retardar tanto la reunión programada, interviniendo  Gabriel, en los siguientes términos:
-Ni para que se afanan, les aseguro que nos vamos a varar.
Dicho lo anterior y de inmediato, se produjo un increíble pinchazo doble: una de las llantas delanteras fue perforada por una inmensa astilla de madera, mientras otra de las ruedas traseras resultó impactada por una inmensa puntilla, quedando cumplida la profecía de Gabriel. Sostenía “Chafaro”, que nunca le había sucedido, ni le había escuchado a alguien, que una astilla de madera perforara una llanta nueva.
A la semana siguiente, durante otro desplazamiento, y ante la urgencia de llegar  a una vereda del norte del municipio, contamos con la mala suerte de recibir poco antes de la llegada, el desprevenido anuncio de Gabriel, quien dijo que no demoraba una nueva varada del vehículo, cosa que sucedió rápidamente. Situaciones parecidas,  ocurrieron en repetidas ocasiones, hasta el extremo de que “Chafaro”, ponía como condición para los desplazamientos, el que no viajara con él nuestro pronosticador personaje.
Premonitoriamente, Gabriel anunciaba el fundamento de bombillos, el daño de chapas y otras cosas por el estilo.
Se cuenta que algún tiempo después,  Gabriel conquistó con sus argucias  una nueva e ingenua novia, pero la señora madre de la muchacha conocedora del personaje, le prohibió terminantemente a su hija que lo atendiera, presentándose algunos altercados por la insistencia del enamorado en hacer esas visitas. Una noche, mientras le contaba a la muchacha seguramente, sobre una importante posición que había asumido, o la compra de un lote de ganado, fue sorprendido por la madre de la  párvula, emprendiéndola ferozmente contra el taimado pretendiente con una amenazante escoba y mientras escapaba velozmente,  Gabriel le gritó en voz alta:
-          Muy poquito vas a durar, vieja H.P. pa’ que me estés persiguiendo!
Ocho días después, familia y vecinos lloraban el deceso de la matrona, que murió de un infarto fulminante.
Otra anécdota que vale la pena recordar, sucedió una tarde, cuando al calor de algunos tragos, un grupo de   amigos entre los que se encontraba su condescendiente primo Raúl, resolvieron jugarle una pesada broma, para lo cual fingieron una llamada telefónica desde Manizales, realizada por el entonces Representante a la Cámara Luis Rivera Giraldo.
 La imitación de la voz del parlamentario fue perfecta y en la conversación, citaba a Gabriel a las cinco de la tarde en el Café Tamanaco de la capital de Caldas, llamada que fue realizada desde la oficina del Concejo Municipal. Tal y como estaba previsto, de inmediato, Gabriel se dirigió  al Bar de la esquina próxima al edificio municipal, donde se encontraban los tomadores de pelo, contándoles con todo detalle el diálogo sostenido y pidiéndoles ayuda para viajar inmediatamente, pues ya era como la una de la tarde.
Entre todos le aprontaron el valor del pasaje de ida, retirándose Gabriel en el acto, dispuesto a emprender el viaje como efectivamente hizo.
Las horas pasaron y los mamagallistas comenzaron a inquietarse, muy preocupados y arrepentidos por la suerte que había podido correr el personaje, que a esas horas debía deambular solo y sin amparo por las calles de Manizales; pero Oh sorpresa,  a las 9 y 30 de la noche, hizo su aparición nuevamente en la puerta del establecimiento muy sonriente, tomando asiento en una mesa vecina y ordenando una cerveza bien fría y “lo mismo”, para los otros bohemios.
Gabriel, había llegado a la capital de Caldas y casualmente encontró el personaje que supuestamente lo había citado y al éste contarle  la historia, el representante no solamente le proporcionó el pasaje de regreso, sino que además le dio una buena cantidad de dinero para compensarle la broma de la que él no tenía  la menor idea.
Los días sábado sin falta, “elegantemente” vestido, aspirando el humo de un fino cigarrillo, se pasea sin falta, hecho un don Juan, frente a las cantinas de la galería, como todo un irresistible galán, a flirtear  a las hetairas que llegan desde otras poblaciones y en ocasiones, se da el lujo de hacer sendas invitaciones a las descrestadas muchachas, con las que consume una o dos cervezas, que saborea con deleite e inusual elegancia. Algunas han caído rendidas a sus pies, impresionadas con la importancia del magro personaje, a pesar de que desde hace algún tiempo, estableció una relación con una candorosa y desequilibrada mujer con la que forma pareja.

Gabriel sigue muy campante mamándole gallo a la vida y sobreviviendo en Salamina.

                                                             CHICA.
De baja estatura, desgarbado como pocos, pantalón cantinflesco, camisa floreada y unos enormes zapatos dos o tres tallas más grandes que la suya, es la indumentaria de ese inofensivo hombrecillo, de rostro desaliñado, despoblada barba a medio afeitar, cabello ralo y flechudo, la expresión de su cara varía según sea necesario, tiene una devoción que no abandona: jamás regresa a su humilde vivienda, sin antes haber conseguido la cotidiana libra de arroz y de panela, cosa que en ocasiones solo logra entrada la noche.
Trata de ganarse la vida, transportando viandas o algunos fardos que correspondan a su desmirriada  y débil figura y mientras el encargo no deba ser entregado con alguna premura, pues él está desprovisto de afanes y  sus pasos son demasiado lentos. Ofrece algunas boletas para participar en rifas o basares, generalmente sucias y  estropeadas, logrando su cometido muy pocas veces.
Recibe a los viajeros para indicarles hotel o residencias, cuando tal servicio es requerido, por lo que recibe algunas monedas, dirigiéndose a las personas como: señorita o don. . .présteme mil pesitos hasta mañana, siiiiiiiii, mientras ríe maliciosamente.  








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